martes, 23 de enero de 2007

«Sorpréndeme, Dios»

Justo anoche, charlaba vía Skype con mi mamá sobre los planes para celebrar mi cumpleaños, que no se había concretado nada porque todo mundo por acá al parecer estará ocupado, otros están de viaje, etc. Será el sereno, pero me puse triste y ella lo notó. Bromeamos con que viniera a hacerme un pozole y un pastel (torta, para los argentos... bueno... ya les voy a poner un link a un diccionario de mexicanismos, mejor, ja ja ja).

Durante mi tiempo a solas con Dios, que muchas veces se da mejor en la noche (aceptémoslo, soy una criatura más bien noctámbula, mientras que a las 5 de la mañana soy una verdadera piltrafa humana), le dije que si quería, podía sorprenderme el fin de semana con su regalo de cumpleaños, porque probablemente no iba a tener otros, y el suyo me interesaba particularmente.

No sé si eso fue factor para interrumpir mi sueño o fueron los pingüinos de la ventana otra vez, porque la temperatura juega con descender nuevamente estos días. El caso es que mi noche no fue muy buena. Tenía que despertarme y estar lista porque pasarían por mí temprano, ya que hoy Danilo Montero compartiría con nosotros en el devocional de la oficina (¡Chacho! —dirían los puertorriqueños— ¡Hacía como tres años que no lo veía!), así que me desperté antes que la Mac, que usualmente lo hace pocos minutos antes de las 7 am e ilumina el cuarto con su luz de mercurio (no sé si es de mercurio, pero había que sonar poética). Me levanté, hice toda mi rutina matinal y antes de guardar la Mac en su casita para llevármela a la oficina, bajé mis mensajes. ¡Oh sorpresa! Dos cartas enormes y preciosas, una de Dad y otra de Mom.

Me quedé lela.

Mi papá estaba, seguro desde antes que saliera el sol, embebido en el proceso de preparación de uno de sus sermones, en una serie de predicaciones sobre la familia que está impartiendo este mes, cuando comenzó a escribir sus líneas:

«En una parte [...] enfatizo la identidad de los hijos y empece a pensar algunas ideas, porque estoy a medias en este sermón del domingo próximo. El Señor trajo a mi mente a mi amada Sarita y estoy orando por ti. Aun al escribir estas líneas, no puedo ver bien porque mis lágrimas se atraviesan entre mis ojos y el teclado, hija, porque te amo con todo mi corazón. No te lo he dicho por causa de mi temperamento, pero quiero que lo sepas, que la gran satisfacción de mi vida son los hijos que el Señor nos dio a tu mami y a mí, y entre ellos estas tú, que eres tan especial y estás en un lugar muy especial en nuestras mentes y corazones. Te amamos, hija, y queremos que seas muy feliz.»

¿Saben lo que eso me hizo llorar?

Minutos después, entró el e-Mail de mi mamá:

«En esta mañana, pensando mucho en ti, tu Dad y yo platicamos en la posibilidad de que yo pueda ir a verte para estar contigo en tu cumple. No tengo idea cuanto cueste o si es muy caro, pero si no se puede en avión pues me arranco en autobús. Yo tengo pasaporte y visa listos :o.) No sé si vas en camino a la oficina pero en cuanto veas este mail, avísame para hacer las gestiones necesarias».


Estoy un tanto cansada y tengo que ir a dormir, pero solo les digo que ya todo está listo. Ella llega pasado mañana y estará aquí más de una semana. :0D Dios es bueno, desmedidamente bueno. Y yo lo amo. Me encanta cómo me muestra su amor en formas tan extravagantes. Me encanta que me sorprenda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Wow....Dios es bueno,...Y FIEL.

Abraham O. Mangin